Igualdad
Sensaciones de Jorge Búsico desde Nueva Zelanda, después del gran partido de ayer:
Se está terminando el sábado en Nueva Zelanda. Hasta hace un par de horas atrás, Auckland y su majestuoso Eden Park estuvieron temblando durante un largo rato. Los 80 minutos en una de las Catedrales del rugby fueron alucinantes. Quizá no fue el test que se esperaba en cuanto a calidad, pero sí tuvo todo lo otro que tenía que tener. Fue, al fin de cuentas, la final del Universo; el encuentro más importante de los últimos años. Se jugó con el alma, dejando todo en cada pelota. Con muchos errores de los dos lados, pero con una intensidad de otro deporte. No habrá en años otro acontecimiento como el sucedido el 8 de julio de 2017 entre los All Blacks y los British&Irish Lions. Tan de película resultó, que concluyó empatado (15 iguales), dando por igualada la serie. Y con la expectativa hasta la última pelota.
Se sigue discutiendo aquí en Nueva Zelanda y en las redes sociales si el penal que primero sancionó el francés Romain Poite fue o no. Para mí no fue. No hay intención de McGrath de tocar la pelota. Eso le dio otro condimento más al partido, ya que en ese momento faltaban sólo 3 minutos y en la jugada anterior, Owen Farrell había empatado con otro penalazo, generando la euforia de la marea roja, que cubrió más de la mitad de un estadio repleto por 48.609 personas.
El sábado fue toda una fiesta. Desde el viernes a la noche, Auckland se fue tiñendo de rojo. Los miles que venían acompañando a los Lions en su Tour llegaron desde otros puntos del país (Wellington, Queenstown) y a ellos se les agregaron muchos otros miles que viajaron desde el Reino Unido sólo para ver esta final. Como quien les escribe, que lo hizo desde la Argentina. Desde la mañana de este día que amaneció con lluvia, siguió soleado y terminó con lluvia, las calles se vistieron de las camisetas rojas de los BIL. Bares, negocios y clubes se nutrieron de cantos y litros de alcohol.
Una experiencia maravillosa fue haber participado de la previa en el Eden Rugby Club, situado a unos 10 minutos a pié del estadio. Repleto de fanáticos británicos, ese lugar se transformó en un acto de rugby. A partir de las 17, Kingsland, el barrio del Eden Park, empezó a transfigurarse con las multitudes que iban llegando en tren o en los buses turísticos.
La épica que llevan los Lions en sus valijas tiene mucho que ver con la multitud que los sigue cada 4 años en sus giras al Hemisferio Sur. Esa épica, claro, también se apoya en su historia, nacida en 1886. Todo eso confluye en un fenómeno atípico en el deporte mundial. No hay otro seleccionado que reúna a cuatro países tradicionalmente rivales entre sí y que se transformen en un solo a la hora de ser Lions. Ni tampoco que una camiseta valga más que la del propio seleccionado.
Ese equipo y el país donde el rugby es una religión y en el cual su seleccionado es prácticamente invencible en los últimos 8 años, armaron el paraíso. Y el triunfo de los BIL en Wellington fabricó esta final que hizo vibrar como nunca al mundo del rugby.
Los primeros 20 minutos fueron demenciales. De una punta a la otra, de un costado al otro, con jugadores volando de cabeza sobre la pelota, arriesgando el físico en cada tackle y disputando cada milímetro al límite. Los All Blacks golpearon primero con un try típico de su sello talentoso que se sale del molde: con ventaja de penal, Beauden Barrett colocó un preciso kick (practicado durante toda la semana), su hermano Jordie la bajó como en el voleibol apretado contra el touch y el debutante Laumape rompió el ingoal.
Los Lions reaccionaron con dos penales de Farrell, pero a 4 del final, otra genialidad de los ABs trazó diferencias: Retallick ganó un line que parecía perdido, y desde allí se armó una jugada a toda precisión y velocidad que coronó el otro debutante: Jordie Barrett. Los 40 primeros minutos había sido infernales.
El segundo tiempo fue palo y palo, penal a penal. Los All Blacks siempre parecían más cerca del try –de hecho, hicieron más méritos que su rival- pero el corazón de los Lions, basado también en una extraordinaria defensa, mantuvo la esperanza del Norte. Un tremendo penal de Elliot Daly desde atrás de mitad de cancha y dos golazos de Farrell desde lejos trajeron el empate en todo.
Los Lions tuvieron sus ratos de tener el partido en sus manos, pero cayeron en errores: dos lines perdidos en pleno ataque y un penal en un scrum cerca de su ingoal fueron posibles puntos perdidos y cedidos a los All Blacks.
No hubo festejo al final. Después de tanta tensión, el público quedó mudo cuando Poite marcó el final después del último ataque neozelandés. Pero recuperado el aliento, los locales quedaron más desmoralizados. Para ellos fue como una derrota; creían que esta serie se la llevaban 3-0 o que en el tercero iban a vengar ampliamente la derrota en Wellington. Ante ese panorama, y dentro de una gira suicida que había dejado dos caídas ante las franquicias, para los Lions fue un final feliz. Es la segunda gira consecutiva que la terminan sin perder la serie (en 2013 vencieron a los Wallabies).
Ya se sabe del poderío de los All Blacks. Es probable que continúen su reinado, pero el Norte se ha acercado. Esta gira dejó excelentes actuaciones como las de Murray, Itoje, Jamie George, Daly, Watson, Liam Williams y Ben Te’o, entre otros. También la de gladiadores como el capitán Warburton, quien ha ingresado a la historia grande de los Lions liderando dos giras sin derrotas, más Alun Wyn Jones, Sexton y Jonathan Davies. Warren Gatland, por su parte, ha hecho un trabajo magnífico, digno de uno de los mejores coaches del mundo.
Mientras escribo estas líneas en mi vuelta al blog (vine como turista, no como periodista; de paso, me tomo el permiso de avisar que en los próximos días largo un nuevo blog que no será de rugby y que se llamará El Vestidor), la lluvia es cada vez más intensa. Tuvo el tino de no presentarse durante los 80 minutos del partido. Fue tan cinematográfico esta final del Universo entre los All Blacks y los Lions que el agua apareció exactamente un minuto después de terminada la función. Podemos decir entre todos que hemos vivido para ver esto. Agradezcamos.
Londres
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