Los Pumas y los Mundiales (capítulo XXVI)
Hagmos un poco de memoria, que de esto se trata esta serie de notas: Los Pumas jugaron su último partido en el Mundial de mil novecientos noventa y nueve el día que Fernando De la Rúa ganaba las elecciones presidenciales. Cuatro años después, el país había vivido decenas de situaciones tremendas: escape en helicóptero del mismo De la Rúa, cacelorazos, corralito inmoral, un presidente distinto todos los días, caos, saqueos, muertes. Sensación permanente de pérdida. Hasta que Néstor Kirchner le ganó las elecciones a Carlos Menem.
Curiosamente, el rugby argentino transitó ese período de Mundial a Mundial en paz. El éxito y la popularidad que lograron Los Pumas en mil novecientos noventa y nueve ayudó en mucho. Se trazó, claro, otro panorama. Casi todos los jugadores emigraron al exterior y los dirigentes tuvieron que aceptar que se estaba ante un seleccionado profesional.
Para designar al reemplazante de Alex Wyllie, la UAR se tomó seis meses. Y optó por una dupla con raza Puma: Marcelo Loffreda y Daniel Baetti. Ambos decidieron iniciar el nuevo proceso -como le gustaba llamar al Tano– el 1 de mayo, en un lugar simbólico como Liceo Naval, donde Los Pumas habían hecho aquel juramento que los llevó a viajar más unidos que nunca a la aventura de Gales.
El primer compromiso que estaba en carpeta era nada menos que Irlanda, otra vez, en cancha de Ferro. Al partido lo antecedió un gran aparato de marketing protagonizado fundamentalmente por Agustín Pichot y Gonzalo Quesada, caras visibles del éxito en el Mundial. Y la gente respondió enfervorizada. Unas 20 mil personas concurrieron a Caballito para ver el triunfo ante los de verde por 34-23. A la UAR, por primera vez, le ingresó una cifra importante: 600 mil dólares.
La Pumamanía tuvo otro mojón en el Mundial de Seven realizado en Mar del Plata, en el cual jugaron, entre otros, Pichot, Felipe Contepomi, Santiago Phelan, Diego Albanese e Ignacio Corleto. En aquel enero del dos mil uno, Los Pumas protagonizaron otro éxito deportivo y de convocatoria en las playas argentinas. Todo terminó con un celebradísimo tercer puesto, tras eliminar a los Springboks en los cuartos de final.
Pero la fama de Los Pumas ya daba para todo. Hasta para probar suerte en River. Y poco antes del Mundial de Seven, el 12 de noviembre del dos mil, el seleccionado argentino colmó el Monumental en un partidazo que perdió ahí nomás contra los sudafricanos.
Volviendo al dos mil uno, Los Pumas tuvieron un año excepcional, venciendo de visitantes a Gales y Escocia y, a fin de temporada, llenando otra vez River y teniendo en jaque nada menos a los All Blacks, que recién los vencieron en la última pelota por 24-20.
Esta vez, el camino hacia el Mundial estaba mucho más auspicioso que en los anteriores. Aunque el International Rugby Board (IRB) había colocado a Los Pumas en una zona complicadísima: con Australia, el local y defensor del título, en el partido inaugural, y cerrando otra vez con una Irlanda que estaba mucho más fuerte que en el torneo anterior.
Sigue el martes 31/7
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