Liso
Sin menospreciar en nada la fecha de la URBA, para mí la historia del sábado fue la vuelta a Belgrano de Lisandro Arbizu, a los 40 años. A propósito, les dejo la columna que acabo de escribir para Rugby Fun y, también una perlita que encontró Eugenio Astesiano para su sitio Hablemos de Rugby.
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Hay una historia que lo pinta de cuerpo entero a Lisandro Arbizu. Tenía 20 años cuando lo designaron capitán de Los Pumas. Hacía un año apenas que había debutado en el seleccionado mayor. Con un peso extra: llevar la 10 en la era post Hugo Porta. Eran tiempos, aquellos de comienzos de la década del 90, muy difíciles en el rugby argentino, de fuertes recambios, sobre todo en los jugadores. La capitanía también estaba sometida a un fuerte debate. Liso terminó de jugar su partido con Belgrano y se marchó hacia el tercer tiempo que se celebraba en el SIC. Ahí se encontraban dos símbolos Puma, Diego Cash y Diego Cuesta Silva, candidatos a liderar a Los Pumas. Arbizu les comentó la decisión de los entrenadores y de la UAR y les preguntó si ellos creían que podía afrontar semejante desafío. Pidió consejos y ayuda. Los dos del SIC, grandes también, le dieron su apoyo.
La escena está contada en el libro Leyendas del Rugby, de Daniel Dionisi. Veinte años después de aquella tarde fría de invierno, Lisandro Arbizu volvió a su casa, a Belgrano Athletic. En la Preintermedia, y otra vez como apertura, el puesto con el que empezó a jugar desde chiquito, cuando otra gloria Puma, otro capitán, el del 65, Aitor Otaño, lo llevó al BAC por la amistad que en el colegio tenía Liso con uno de sus hijos.
De esa historia contada al comienzo hay decenas en la historia de Arbizu, porque, vale la reiteración, el capitán del Mundial 99 está en la historia de Los Pumas, aunque la velocidad de los tiempos modernos y también su lejanía geográfica –lleva muchos años viviendo en Europa- lo tengan en un recuerdo borroso para las nuevas generaciones y para la urgencia mediática.
Arbizu formó parte de la camada que quizá más sufrió en la historia de Los Pumas. Aquella debutó muy joven en 1990, con esa gira por el Reino Unido que arrojó goleadas estrepitosas contra Inglaterra y Escocia. La que integraban, entre otros, Gonzalo Camardón, Federico Méndez y Pedro Sporleder. La que se fue sin victorias de los Mundiales de 1991 y 1995. La que se comió golpes como ninguna adentro y afuera de la cancha.
A Liso le tocó ser el capitán en varios de esos episodios. Con un rugby argentino que no quería salir del amateurismo más férreo, pero que jugaba contra seleccionados que ya estaban insertados absolutamente en el profesionalismo. Debe decirse que él estuvo en el grupo que comenzó a pelear por los logros que hoy gozan los actuales Pumas. Que la historia de estos días empezó a escribirse mucho tiempo antes, con otros protagonistas y en otras circunstancias, absolutamente distintas a las de ahora.
Arbizu retomó la capitanía poco antes del Mundial de Gales, en reemplazo de su amigo Pedro Sporleder. Y la mantuvo hasta unos días antes del Mundial de Australia, cuando en un amistoso en Tucumán se rompió los ligamentos de una de sus rodillas en una jugada aislada, solo.
Hombre de pocas palabras, serio, muy respetuoso, lo recuerdo caminando feliz hacia la conferencia de prensa tras el triunfo ante Samoa, en Lanelli. “¡Por fin!”, me dijo, sonriendo. Los Pumas habían cortado una racha de siete derrotas consecutivas en los Mundiales, de la cual él había formado parte.
O en ese Mundial también, en Lens, cuando la noche anterior al legendario partido con Irlanda, estaba parado solo, bajo un frío helado, mirando hacia el ingoal que 24 horas después se iba a transformar en el símbolo de la resistencia Puma. Me acerqué para decirle que los irlandeses daban el test por ganado. “Mejor así. Que nos den por muertos”, me contestó, casi sin dejar de mirar hacia ese ingoal.
Tackleador implacable, valiente, desequilibrante con su cambio de paso (aquel try a Inglaterra en el Mundial del 95) y símbolo para sus compañeros. ¿Cómo no olvidar su rostro sangrando marcándole dos tries a los All Blacks en esa noche en el Monumental, cuando Los Pumas jugaron uno de los mejores partidos de su historia, también con él de capitán?
Después de aquella lesión antes del Mundial de Australia, volvió para dar una mano en el partido con los British & Irish Lions en el 2005, en Cardiff. Dejó atrás su enojo con Marcelo Loffreda, porque él creía que igual lo debían haber llevado a Australia. El Tano no llegaba a juntar 22 jugadores, y ahí estuvo él, en el centro de la cancha, con su característico casco, tackleando a todo lo que andaba dando vueltas.
Jugó 3 Mundial, 83 tests y fue de los primeros que se marchó a jugar a Europa, bancándose las críticas furiosas de esa época, en la cual jugar por plata era un sacrilegio.
El sábado, Lisandro Arbizu cumplió con uno de sus sueños. Volver a calzarse la camiseta de Belgrano, su club, su casa. Hubo mucho en el medio desde que se fue, si es que se fue alguna vez. Porque los símbolos siempre están. Así debe ser. Y Liso es uno de ellos.






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Los Pumas siguen creciendo