Todavía no se había pateado el kick off de ningún partido en Argentina y el rugby ya estaba en boca de todos. El asesinato de Fernando Báez Sosa, perpetrado por un grupo de jugadores y ex jugadores del club Arsenal Zárate puso al rugby argentino en el ojo de la tormenta. Durante mas de un mes todos los medios periodísticos de todos los colores debatieron sobre la violencia generada por el rugby. La respuesta de la UAR fue el programa “Rugby 2030”. Empezaba 2020, el año que el rugby argentino vivió en terapia.
El 1º de febrero sí se pateó el kick off. Mientras los jugadores de los clubes locales preparaban ilusionados el año por venir, Jaguares jugó su primer partido en Vélez. Fue una victoria clara ante Lions y el equipo de Gonzalo Quesada se hizo cargo del principal problema que lo aquejaba en el inicio de la temporada; reemplazar en el pack de fowards a Tomás Lavanini y Pablo Matera, dos de los Jaguares que habían partido al rugby europeo. Esa era la preocupación de la franquicia argentina hace diez meses. Que bien estábamos, cuando estábamos tan mal! decía un viejo cómico argentino.
Jaguares jugó seis partidos, ganó tres y perdió tres y cuando estaba por jugar el séptimo, la Pandemia ya complicaba al rugby en Argentina y en el mundo. El 14 de marzo Jaguares debía enfrentar sin público a Highlanders en Vélez, pero el partido se suspendió. Cuatro días después, el gobierno decretó el aislamiento preventivo social y obligatoria. Se apagó el rugby.
Las ilusiones de los jugadores de todo el país que entrenaban para la temporada se hicieron añicos y la expectativa de los que querían ver rugby internacional como había sucedido en los últimos años se enterró en el drama del Coronavirus, esa palabra horrible que fue la mas cotidiana del año. Ya no hubo rugby en Argentina y la incertidumbre abrazó a los equipos internacionales. Ceibos apenas llegó a jugar dos fechas de la recién nacida Super Liga Americana y Jaguares esos seis partidos que, hoy lo sabemos, fue el canto del cisne de la franquicia argentina.
Los clubes permanecieron cerrados durante muchos meses y, a falta de rugby, floreció la solidaridad. Muchos clubes se solidarizaron con los que peor la estaban pasando en la Pandemia y juntaron y repartieron comida y otros elementos para ayudar a sobrellevar el momento dramático. Virreyes, por ejemplo, repartió 120 mil raciones de alimentos desde mayo hasta hoy.
Mientras tanto los jugadores de la estructura profesional argentina combatían la incertidumbre entrenando en sus casas. Muchos corrieron por pasillos y escaleras y convirtieron en gimnasios sus patios, jardines y terrazas.
Mientras el rugby se ponía en acción en otros lugares del mundo, se diluían las chances de competencia para Jaguares, pero se mantenían para Los Pumas. En agosto empezaron los entrenamientos, sin contacto y en burbujas, y se inició el largo camino hacia Australia, sin saber el vértigo que le esperaba a Los Pumas en esas cuatro semanas de competencia en la tierra de los Wallabies.
El 14 de noviembre de 2020 ya está incorporada a las grandes fechas de la historia del rugby argentino. Cómo el 19 de junio de 1965 o el 7 de septiembre de 2007, ese día Los Pumas le dieron un gran abrazo a la gloria. El primer triunfo de un seleccionado argentino ante los All Blacks no solo fue un acontecimiento especial sino también el primero de 21 días vertiginosos que vivirían Los Pumas y el rugby argentino. La polémica desatada a partir del no homenaje a Maradona y la posterior difusión de los tweets racistas es muy reciente y no hace falta recorrerla nuevamente, pero generó un estado de desequilibrio emocional que el plantel supo sobrellevar en el último partido para coronar un excelente Tri Nations en 2020, el año en que el rugby argentino vivió en terapia.

Empezamos un año nuevo con la esperanza de que el rugby argentino salga de la terapia, se reorganice y llene de jugadores las canchas de todo el país, porque no hay nada mejor que salir al pasto y jugar.

Por mucho rugby para 2021, van nuestros mejores deseos para todos los amigos de Periodismo Rugby.