El jueves pasado, durante la cena que reunió a Pumas de todas las épocas, alguien le susurró a Eliseo Branca, el actual entrenador del CASI: “Si se clasifican, se viene tu estatua en el club”. El Chapa, gigante de mil batallas con el seleccionado, sonrió como siempre y, de lejos, gritó: “Lo nuestro es huevos, muchos huevos, nada más”. El CASI, finalmente, ganó el sábado y, milagrosamente, se metió entre los cuatro que desde el sábado próximo empezarán a luchar por el título de la URBA.

¿Por qué hablamos de Branca y no de los jugadores del CASI, que fueron los que adentro de la cancha lograron meterse en semifinales? Porque el Chapa es todo un símbolo del rugby argentino. Fue un segunda línea de primer nivel internacional; tuvo convicciones cuando siendo un pibe se plegó a un grupo que no aceptó una arbitraria decisión de la UAR y soportó una larga suspensión; tuvo grandeza cuando llegó al CASI y lo relegaron a la intermedia porque no era un jugador del club (venía de Curupaytí); fue un grande en los títulos del Atlético (él formó parte del último campeón, hace ya 20 años) y en grandes hazañas de Los Pumas. Pero, por sobre todo, es un tipo simple, que nunca se la creyó, que nunca sacó chapa de Puma y que casi siempre es el último en irse de los terceros tiempos, compartiendo el sabor del rugby con los más jóvenes, que ni siquiera lo vieron jugar.

Branca le dio al CASI el fuego sagrado que necesitaba. Aceptó conducir la Primera en un momento de mucha confusión rugbística en el club. Con un equipo de jóvenes apostó a la tradición del club: tackle y manos para llegar al ingoal contrario. Algunas señales se dieron en la amplia derrota ante SIC, cuando tras un primer tiempo apabullante, CASI mostró vergüenza para pelear hasta el final.

La caída ante Hindú —el rival del sábado, gran candidato al título- en tiempo de descuento pareció sellar cualquier sueño. Precisamente esa gran actuación le demostró a todos que se podía y, a partir de allí, el CASI comenzó su espectacular escalada.

El último antecedente del CASI en estas instancias fue en 2003, cuando dirigido por otros dos históricos, Georgi Allen y el Gordo Devoto, cayó en la final contra SIC. Una prueba de que los clubes de rugby necesitan de sus referentes en todas las divisiones. Basta con fijarse en el SIC.

CASI está en las semifinales. Tiene por delante al gran candidato. Pero éste equipo de pibes sabe que se puede. Y el Chapa Branca, también. El, quizá más que ninguno, conoce que en el rugby no hay imposibles.