Nuestro futuro
No sé si llegaré al 2020. Tampoco sé en qué condiciones estará el rugby por ese entonces. Sólo me animo a pronosticar que un año antes se habrá jugado la novena Copa del Mundo y que el superprofesionalismo estará instalado a full, muchísimo más que ahora. ¿A qué viene este divague se preguntarán ustedes? Es que en Clarín de ayer leí una nota en la que se prevé que en el 2020 Internet habrá llegado a todos los rincones del planeta, pero que sus costos tendrán varios aspectos negativos. Se habla de drogadictos a las pantallas y de violaciones extremas a la privacidad.
No me sorprende que ese sea el camino que recorre el mundo porque basta con mirar lo que nos está sucediendo alrededor. Ahora bien, otra pregunta que seguramente se harán: ¿adónde quiere llegar este tío? Es que más que nunca creo que hay que resaltar los valores que inculca el rugby: solidaridad, respeto, diversión. Un fin de semana en un club con cientos de chicos corriendo y compartiendo un tercer tiempo es como la vida misma. No tiene que ver con la enfermedad electrónica, con los tics violentos que propone el sistema, con el encierro. El rugby y el deporte, obvio, significa estar cara a cara con el compañero y con el jugador del otro equipo, y no a través de una computadora.
Por eso los invito a leer esta nota de ayer de Clarín. Para que el rugby sirva como una herramienta para no llegar así al 2020. Porque para eso también proyecté este blog.
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