Tuve, en todos estos años, la suerte de trabajar al lado de grandes maestros del periodismo, junto a gente que admiro aún profundamente y codo a codo con amigos del alma. También tuve la fortuna de trabajar siempre donde quise y de irme de donde ya no me sentía cómodo. Y de viajar -pese a mi pavor por los aviones, en lo que quizá es lo único en lo que me parezco al fantástico García Márquez- a los lugares más increíbles y de estar en los principales acontecimientos deportivos..
Soy de la vieja guardia porque pertenecí a la era de la Lexicon dura, la que manchaba y hacía doler los dedos, y porque me críe en ámbitos donde la charla de café y las cenas hasta la madrugaba formaban parte de una religión. Sigo rescatando esos valores. Soy de la época en la que sólo nos bastábamos con una máquina, una radio y un teléfono público (de ENTEL) para pasar la información. Soy de los tiempos en los que estar informados de todo era un requisito indispensable para ejercer la profesión.
Hoy, valga la obviedad, el mundo es otro, absolutamente otro. Las computadoras, los celulares, internet, las palm, y la tevé por cable han modificado la escena de la comunicación y a nosotros, los más viejos, los más aferrados a tiempos de otro periodismo, nos ha costado mucho introducirnos en esta realidad. A mi me ha llevado un largísimo tiempo. Por una cuestión hasta casi soberbia desprecié todo lo relacionado con la modernidad.
Bien, ha llegado el momento de dar un paso. Por eso éste blog que presento a partir de ahora. No cambiará la esencia de lo que pienso del periodismo, pero sé que encaro una nueva forma de comunicar. No me será fácil. Vengo de un diario como Clarín donde como mínimo te leen 300 mil personas por día. Pero siempre tuve en claro, como algunos dicen en el diario, que hay vida después de Clarín. Les aseguro, sobre todo a mis colegas, que es así.
Logro hoy, después de mucha resistencia, comprender que este periodismo es el del futuro. Que el blog me permite no sólo libertad de expresión e intercambio permanente con los futuros lectores -pocos o muchos; no es eso lo más importante-, sino que me permite seguir vinculado con la profesión y volcar todo lo que vengo escribiendo de rugby desde hace muchísimo tiempo.
Este será un lugar de rugby, pero yo al rugby, como al resto de las cosas de la vida, lo interpreto desde lo filosófico. Así que no será un espacio exclusivamente de resultados ni de tratamiento de los grandes temas. Estarán sí, pero desde otra óptica. Y habrá más líneas para la opinión, para los personajes conocidos y no, para los clubes grandes y chicos, para los escenarios, para las polémicas, para los reportajes, para los libros, para las curiosidades, para el recuerdo, para Los Pumas, para los infantiles, para los juveniles, para el amateurismo, para el profesionalismo, para resaltar permanentemente la filosofía, para fomentar el lema “lesión cero”. Será una continuación del Tercer Tiempo que escribí con total libertad para Clarín todos los lunes desde fines de 2002 hasta mi despedida, hace apenas unos tres meses.
Y, a veces, también me meteré con algún tema que tenga que ver con el periodismo, porque éste, ante todo, es un espacio de periodismo. Veremos con el devenir del tiempo.
Quiero ser claro de entrada. Trataré de que éste blog también me sirva como medio de vida en el sentido económico. Puede ser que este espacio tenga publicidad, pero antes estableceré reglas de juego: ningún aviso condicionará mi opinión. No traicionaré mi esencia. Y confío en eso porque, sin soberbia, ese es el camino que recorrí en todo este tiempo. Así me lo enseñaron mis viejos maestros. Y así lo aprendí también del rugby: de lo que me contaba mi padre, de lo poquísimo que lo jugué y de lo que aprendí de tantos años transitando el mundo de la ovalada, escuchando a los maestros silenciosos de éste deporte.
Para mi, próximo a los 49 años, éste es un mundo nuevo y un desafío inédito.
Este espacio no será sólo mío. Les pertenece, claro, a ustedes también. Ojalá lo podamos vivir juntos. Bienvenidos, entonces.