El universo del rugby está habitado por cientos de historias y anécdotas de un deporte en el cual la pasión figura por encima de todos los sentimientos. Y ahí están sus personajes: los que le dan vida adentro de la cancha a fuerza de tackle y los que ponen otro condimento especial afuera, matizando los terceros tiempos, polemizando sobre todo y quedándose horas y horas riéndose y recordando tiempos pasados.

Allí donde vayan, los personajes del rugby llevan sus episodios de vida junto a la ovalada. Por eso, un partido de rugby nunca empieza o termina con el pitazo inicial o final del árbitro.

Durante la estadía en Cardiff para cubrir el histórico partido entre Los Pumas y los Lions, compartimos varias de esas charlas ricas con un personaje. Hasta que en una noche, la posterior al partido, ese mismo hombre se sentó y empezó a hablar sin parar. Quería contarnos una historia, y sólo pidió que no reveláramos de quien se trataba.

Al fondo estaba el Millennium, testigo de la fantástica actuación de Los Pumas. Por las calles de Cardiff se tambalean decenas de chicos y chicas abrumados por tanta cerveza. El hombre los mira preocupado, y sólo en ese instante se le borra la sonrisa que mantiene desde que se dio cuenta que estaba allí para ver a Los Pumas contra los Lions.

Dice que ya no va a viajar más, que se dedicará sólo a ver rugby en la Argentina. Que para él es misión cumplida. “¿Sabé qué? Me sentí como el gordo Mauro (por Reggiardo), cuando dijo que se iba por la puerta grande”, acota mientras enciende un cigarrillo y ya no le importa haberse olvidado de comprar en Buenos Aires y de pagar allí 5 libras (10 dólares) cada atado.

Confiesa que ya está cansado de tantos aviones, tantas esperas en los aeropuertos, de llevar los bolsos, de ir de un lado para otro, de cambiar los horarios de comida y de sueño. “Uno tiene, aunque cueste, que aprender cuáles son sus límites. He sido feliz con esto, así que no tengo nada de que arrepentirme. Sólo es una decisión”, agrega.

Se le caen unas lágrimas mezcla de tristeza y emoción. Sabe que tomar una decisión muchas veces cuesta dolor, pero que cuando se transita y se supera ese dolor, siempre viene algo mejor. Dice que va a extrañar, pero que tiene más personas y actividades para extrañar en la Argentina. Que, igual, lo suyo seguirá siendo lo suyo, y que el rugby estará en su sangre por siempre. Prende un cigarrillo y se va, nomás. Sabiendo que esta sí fue la última.