El año pasado se planteaban en este mismo espacio dos temas que estaban traicionando aspectos vitales del espíritu que inculca el rugby argentino. Uno, la desnaturalización que se observaban en algunos terceros tiempos, en los cuales las bebidas alcohólicas pisoteaban el gratificante hecho de juntarse tras un partido. Otro, el aumento de insultos, gritos y hasta agresiones que partían desde las tribunas. Hoy, es para celebrar dos textos distribuidos por la Unión Argentina de Rugby (UAR) y la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA).

En el test que Los Pumas jugaron contra Japón, la UAR decidió entregar junto a la entrada un volante que reproduce una carta abierta que el inolvidable Carlos Veco Villegas le envió a esa misma entidad en mayo de 1988. Allí, el ex entrenador del SIC, resalta con su estilo tan flemático como incisivo el aliento a un equipo y el respeto al rival. Decía el Veco: “El juego de rugby es un deporte de Equipo por excelencia. En él aprendemos a sentirnos parte de un todo y luchar duro por el interés común, la necesidad del grupo, el beneficio del Equipo. Para esto uno acepta actuar en función de los demás y siente más placer en dar que en recibir. Esta es la esencia misma del espíritu de nuestro juego”.

Y remataba así: “Que si algo está bien claro es que sin adversario y sin referí no podemos jugar ni disfrutar del rugby y, por eso, debemos estar siempre agradecidos a ellos por la oportunidad que nos brindan de participar en nuestro querido juego”.

Casi al mismo tiempo, el presidente de la URBA, Jorge Cafasso, envió a los clubes una nota con una serie destacable de recomendaciones. Aquí van algunas de ellas: “Que se agoten las medidas tendientes a recrear las condiciones para que los terceros tiempos sean ámbito propicio para confraternizar con los ocasionales rivales, con compañeros y amigos”; “Que se promueva la participación de los jugadores —especialmente los mayores del plantel superior— para concientizar a sus compañeros sobre la gravedad que acarrea el exceso de alcohol, para lograr un cambio cultural y una firme autorregulación”; “Se recomienda fijar consensuadamente límites horarios distanciando por varias horas al tercer tiempo de la eventual fiesta que pueda organizarse por la noche”.

En medio de una sociedad que tiene sus valores quebrados y en la cual el deporte no puede ser una excepción, el rugby ha vuelto a dar felices señales para entender que el juego se puede vivir de otra manera. No sólo hay que celebrarlo. Ojalá también sirva para que lo imiten.