El tema no es nuevo, pero se instala cada vez que Los Pumas tienen que afrontar un test o una gira. Es más: a medida que el mundo del rugby sigue avanzando hacia el superprofesionalismo, las complicaciones van aumentando. Porque el hecho de no encontrar una posibilidad cierta de participar de una competencia anual, como sí lo hacen las potencias del Hemisferio Sur (el Tres Naciones) y las del Norte (el Seis Naciones), deja al seleccionado argentino ante la cruda realidad de jugar por los puntos únicamente cada cuatro años, cuando llega el Mundial.

De los 12 países líderes en el rugby, la Argentina es el más perjudicado, pues si bien las islas del Pacífico Sur, como Fiji o Samoa, no disponen de un calendario internacional anual, sus jugadores participan fundamentalmente en los torneos de la gran potencia que les queda a mano: Nueva Zelanda. En cambio, las figuras argentinas compiten en Europa, lejos de su tierra y con enormes inconvenientes con los traslados. Y a eso se le suma la posición que tomaron los clubes franceses, que se niegan a entregar a Los Pumas citados para el test del 4 de diciembre contra los Springboks, en Vélez. ¿Más diferencias? Los galeses que actúan en Francia no encontraron trabas para jugar el sábado pasado contra los sudafricanos, en Cardiff.

Cuando el International Rugby Board (IRB) decidió que en 1987 se jugara el primer Mundial y cuando tiempo después le abrió las puertas al profesionalismo, el mapa de éste deporte cambió mucho. Y hoy la realidad indica que Los Pumas juegan en un año la tercera parte de los test que disputan Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Inglaterra, Irlanda, Escocia, Gales, Francia e Italia.

Por ahora no aparece otra solución que mirar hacia adentro. El rugby argentino necesita cuanto antes una fuerte competencia interna, un campeonato a nivel nacional que ayude a mejorar el juego y que de algún modo (a falta de dinero) incentive a que las figures se queden en el país.

Pero para ello se necesita un compromiso muy fuerte de los clubes. Y eso no sucede. El Nacional de Clubes, por ejemplo, no es tomado con la debida seriedad por los equipos de Buenos Aires. También es indispensable la organización. Porque suena caótico que al mismo tiempo que empieza el Nacional de Clubes, los mejores jugadores no puedan estar porque se juntan con los compromisos internacionales.

Lo preocupante es que ya pasó un año del último Mundial y la situación no sólo no varió, sino que empeoró.