Los Pumas acaban de recibir un nuevo golpe en sus aspiraciones por meterse en el universo cada vez más profesional que ofrece el rugby de las potencias. La decisión de los clubes franceses de no ceder a los argentinos que allí actúan para el test del 4 de diciembre contra los Springboks sudafricanos, en el estadio de Vélez, pone a la dirigencia local nuevamente contra la pared en lo que hace a la competencia internacional.

Si bien el conflicto ya excedió a la Argentina, pues el International Rugby Board (IRB) tuvo que recordarles a los que manejan la Liga francesa que el test estaba previsto desde abril y que deben cumplir con las reglas, la posición que llega desde el país que será sede del Mundial de 2007 es muy firme y afecta, más que a ninguno, a Los Pumas.

Francia es el destino más buscado por los rugbiers argentinos que no encuentran aquí la infraestructura que ofrecen las potencias ni un horizonte económico que les permita vivir sólo del deporte. Hay un dato categórico: de los 25 jugadores que el entrenador Marcelo Loffreda designó para la gira por Francia e Irlanda (previa al encuentro con los Springboks), 14 se desempeñan en clubes franceses.

Si la poderosa Liga que comanda Serge Blanco (aquel genial full-back de los 80 y 90) decidió enfrentarse al IRB es porque, de algún modo, está claro que los clubes empezaron a fijar una posición dura, muy similar a la que lleva a cabo en el fútbol el G14, que representa a los más grandes de Europa. Y, casualmente, allí también es la Argentina la que más sufre.

Loffreda declaró que los argentinos que juegan en Francia tendrán que estar “sí o sí” ante los Springboks, y la Unión Argenti na de Rugby acudió al IRB, pero esta nueva situación exigirá buscar otras medidas en el orden local, pues los jugadores no están en condiciones de resignar todo lo que se les brinda en Europa, incluido el monto del seguro en caso de una lesión.

Como nunca, Los Pumas que decidieron emigrar han quedado atrapados entre respetar la orden de sus patrones o el deseo de ponerse la camiseta celeste y blanca. Pero, además, si los clubes franceses mantienen su postura, el mundo del rugby habrá provocado un nuevo cambio, cada vez más orientado al ultraprofesionalismo, cada vez más lejano a lo que se juega en la Argentina.