Quedaron varias imágenes después de la final del torneo de Buenos Aires. Una de ellas vale rescatarla. Se produjo cuando el partido ya no tenía tiempo y el campeonato estaba definido. De tanto ir, Alumni encontró un hueco en la impenetrable defen sa de su rival para que Guillermo Mazzoni apoyara el try que acortaba a 20 puntos la diferencia. Entonces, mientras Santiago Van der Ghote se preparaba para intentar la conversión, los otros 14 jugadores de Alumni se unieron con la misma convicción que lo habían hecho antes de ingresar a la cancha. Fueron segundos de miradas firmes, a los ojos, seguros de que más allá de esos 80 minutos, podían sentirse convencidos de haber jugado a lo largo del año un rugby de alto nivel.

“Alumni fue el mejor del año”, dijo el capitán del SIC, Diego Pietranera. Y ese reconocimiento de un tricampeón enaltece aún más lo que se produjo desde el club de Tortuguitas. Es cierto, nadie podrá quitarles la amargura de perder la última batalla ni tampoco les servirá el calificativo de campeón moral. Pero si Alumni continúa por ese camino —el mismo que desanda desde hace casi dos décadas— llegará ese título que engrosará a seis su número de campeonatos.

Otra imagen del súper sábado fue el marco que ofreció el Buenos Aires C&RC. Si bien es injusto el sistema de campeonatos que propone la URBA, es verdad que la idea de realizar seis finales el mismo día sirve para que el rugby viva una fiesta que no depende únicamente de los pesos que pone la televisión.

El clima fue fantástico, con gente de muchos clubes compartiendo una jornada en la que más allá de ganadores y vencidos, el rugby demostró una vez más que es un deporte con demasiados puntos a favor. Hubo limpieza en la cancha y en las tribunas. Se jugó con el corazón en todos los encuentros, casi todos con alto voltaje emotivo.

Es verdad que las lesiones cervicales en los juveniles es un punto serio en el que aún falta mucho por hacer, pero el rugby no es sólo eso. Es peligroso si no se ponen límites. Ocurre que el jueves, el noticiero Telenoche presentó un informe que después de verlo puede dejar un mensaje de que los padres deben pensar varias veces antes de llevar a un hijo a jugar al rugby. Y no es así. Porque hay decenas de vivencias que genera éste deporte y no tienen la difusión necesaria.

Sería interesante que se registraran las imágenes del sábado o, por ejemplo, la tarea que realiza un grupo de personas en Virreyes. Allí, entre otros, está el rugby en su más puro estado.