La cobertura del tenis en Wimbledon nos permitió, como señalamos ya en éste espacio dos lunes atrás, estar cerca de todo lo que ocurre alrededor del campeón del mundo, de esa Inglaterra que era imbatible hace apenas seis meses y que arrancó el año con una seguidilla de derrotas que le abrieron varios frentes de ataque al Sir Clive Woodward, el entrenador del seleccionado de la Rosa.

A Woodward se le achaca que el sistema que llevó a los inventores del rugby a ganar el último Mundial entró en crisis terminal. Y también que no pudo encontrar variantes para que el gran peso del juego -en realidad, del resultado- no quedara exclusivamente en las manos y en los pies de Jony Wilkinson, ausente desde la final ante los Wallabies por una operación en un hombro.

El rugby es quizá el deporte que más avanza en los cambios tácticos y técnicos, y en las variantes que se le buscan al reglamento. Por eso, a los entrenadores no les alcanza sólo con el trabajo de campo, sino que deben actualizarse a través de los videos, de los libros y de todo lo que le aportan los integrantes del cuerpo de colaboradores. Woodward fue un avanzado en todo ésto en los últimos años. Pero así como hizo de Inglaterra un equipo casi sin fisuras, hoy parece que los libros, los videos y la acumulación de ayudantes terminaron por tapar temas esenciales. Por eso, el campeón del mundo da toda la sensación de ser un conjunto atado a un libreto, con jugadores que no se animan a romper con los esquemas.

Es cierto que Wilkinson es clave en Inglaterra. Lo sería en cualquier equipo, porque es un jugador excepcional no sólo con el pie. El apertura pone siempre a su equipo adelante, es una computadora para tomar decisiones y un león cuando se trata de defender. Pero también es verdad que el equipo de llegó al título del mundo no dependió exclusivamente de Wilko. Porque ningún equipo de rugby depende de un jugador. Y vale recordar la jugada que definió el Mundial. El drop fue de Wilkinson, pero fueron los forwards y el medio scrum Dawson los que dibujaron la jugada para que el goleador quedara frente y cerca de los palos.

Salvando las distancias, porque no se puede comparar a un seleccionado de una potencia con un equipo amateur, Hindú está mostrando un camino en la Argentina. Se le fueron varias de sus principales figuras, pero su juego progresa constantemente. Ataca y defiende con la misma actitud. Y lo principal es que apela, sin rebusques, a los conceptos más elementales del rugby.