Hace algo más de siete meses, el 26 de octubre del año pasado, Los Pumas jugaron su último test de nivel internacional. Fue en aquella triste madrugada argentina, cuando en Adelaida cayeron apenas por un punto contra Irlanda y quedaron eliminados del Mundial de Australia. El próximo sábado, en Tucumán, el seleccionado de rugby volverá al ruedo grande. Sigue Marcelo Loffreda al frente del equipo, pero de aquellos 15 que salieron a buscar los cuartos de final del Mundial, sólo seis están en la lista para enfrentar a los galeses: Felipe Contepomi, Ignacio Fernández Lobbe, Gonzalo Longo, Federico Méndez, José María Núñez Piossek y José Orengo. Tres forwards y tres backs.

Entre retiros (Roberto Grau, Mauricio Reggiardo, Santiago Phelan, Rolando Martin), lesionados (Gonzalo Quesada), renuncias (Diego Albanese) y ausencias por sus compromisos en el exterior (Agustín Pichot, Ignacio Corleto, Rimas Alvarez), Los Pumas no contarán en esta serie con sus figuras más convocantes y con quienes formaron parte de un equipo que marcó historia a lo largo de los últimos cuatro años.

Por eso habrá que tomar con muchos recaudos estos dos test con Gales: el del sábado en Tucumán y el del 19 en la cancha de Vélez, horas antes de emprender un viaje agotador hacia Nueva Zelanda para jugar sólo un partido ante los temibles All Blacks.

Loffreda ha convocado a varios otros de los que fueron al Mundial y, obligado por las ausencias, recurrió a jugadores nuevos como los mendocinos Germán Bustos y Eusebio Guiñazú y Lucio López Fleming, el medio scrum salteño que actúa en el SIC y que llegará sobre la hora, pues disputó en Londres una de las etapas del Mundial de seven.

Los Pumas, más allá de sus apellidos, han tenido a lo largo de su historia una amplia convocatoria. Sería muy importante que esto se repita en el comienzo de un nuevo camino, mucho más complicado que el iniciado cuatro años antes con vistas el Mundial de Australia. No sólo por las ausencias, sino por cómo quedó ratificado el mapa universal del rugby.

Es una buena oportunidad para foguear a jugadores sin experiencia internacional, mechándolos con los que ya llevan varias batallas sobre sus hombros. Y, claro, de encontrar un esquema de juego que se adapte a los cambios que imponen las potencias, pero que no traicione las raíces del rugby argentino.