Ahora que las canchas están vacías y con el césped bien pelado, que las piletas reemplazan a la ovalada y que ya arrancó el receso escolar, es una buena oportunidad para reflejar uno de los tantos temas que encierra el universo del rugby. Un fenómeno que está bien lejos de la gran escena, como, por ejemplo, qué será del futuro de Los Pumas, quién o quiénes serán los entrenadores y los futuros dirigentes de la UAR, si el seleccionado y las estructuras se profesionalizan o no, pero que es primordial porque es el que le empieza a dar vida a este deporte. Se trata de los chicos, esos miles y miles que todos los sábados por la mañana corren detrás de una pelota con el único fin de jugar, divertirse y ganar amigos.

Alguna vez se apuntó en este espacio la tarea docente y silenciosa de todos aquellos que les enseñan a los chicos mucho más que cómo se pasa la pelota. Esos entrenadores que no necesitan carné de ex grandes jugadores y que están alejados de las disputas por el poder se entretienen y también aprenden a la par de ese mundo que comienza con los adorables mosquitos.

El rugby argentino puede enorgullecerse de su rugby infantil, pero quizás es allí donde tiene que apuntar aún más sus objetivos. Tanto como con el de alta competencia. Por eso, cuando llegue la hora de tomar las grandes decisiones —algo inevitable en los próximos tiempos—, el de los chicos es un tema que no se debe descuidar. Porque allí está la esencia misma del deporte.

Es que si el rugby tiene tantas cosas lindas, quizá la más gratificante es observar a esos chicos que juegan sin que nadie —claro, siempre hay ingratas excepciones— les grite qué tienen que hacer con la pelota, porque los entrenadores saben que un niño se confunde con más de una orden. A esos chicos que solos van perdiendo el miedo a tacklear, porque los que están afuera entienden que cualquier grito —incluso de aliento— los puede asustar.

Seguramente nada de lo que se haya escrito acá sea novedoso para el ambiente del rugby. Pero nunca viene mal recordarlo. Si se empieza por los chicos (vale aclarar que también hay gente que realiza interesantes y valiosas experiencias fuera de los clubes), el camino es mucho más sencillo. Y, claro está, no nos referimos al camino de los resultados de la competencia.