Nos fuimos de la Argentina con un aluvión Puma en los avisos publicitarios que aparecen en la televisión. Agustín Pichot, Pedro Sporleder, Mario Ledesma, Felipe Contepomi e Ignacio Corleto juegan y se divierten en el comercial de una marca francesa de autos que es uno de los sponsors oficiales del Mundial. Santiago Phelan termina en una playa de Punta del Este donde se destacan las bondades turísticas del Uruguay. Manuel Contepomi cierra el mensaje de un mate nacional. Rolando Martin corre y tacklea a un All Black para una empresa de bebidas. Gonzalo Quesada y Lisandro Arbizu forman parte del lote de deportistas argentinos en la campaña de una tarjeta de crédito que también es patrocinadora de la 5ª Copa del Mundo.

Ya en Australia, claro, el tema se multiplica con las grandes figuras del rugby mundial. Ni bien se llega Sydney uno se topa con un inmenso cartel en el cual los ex jugadores John Eales (Australia), Zinzan Brooke (Nueva Zelandia), Francois Pienaar (Sudáfrica) y Gavin Hastings (Escocia) se pelean por agarrar la Copa en otra propaganda de la misma tarjeta de crédito. El capitán wallaby, George Gregan, promociona todo tipo de productos, al igual que la estrella David Campese, quien además posee un negocio en pleno centro en el que se venden los artículos oficiales del Mundial. Lo mismo ocurre con el sudafricano Corne Krige o cualquier All Black. El apertura inglés, Jonny Wilkinson, se une al ídolo futbolístico David Beckham para una marca de ropa deportiva. El de rugby le pega a la redonda y con su zurda las clava todas en un ángulo. El del Real Madrid termina el aviso dándole a la ovalada con una conversión perfecta. Wilkinson cultiva un perfil al estilo Michael Owen, mucho menos mediático que el Space Boy, pero es otra estrella en el Reino Unido.

Las International Rugby Board (IRB), creada en 1886 y con sede en Dublin, ha generado un negocio impresionante alrededor de este deporte. Y no está dispuesta a que nadie se lo arruine. Por eso trata de tener todo bajo control. Todos los planteles tienen que firmar una cláusula en la cual se recomienda de un modo demasiado enfático que se eviten las críticas a los árbitros, rivales y a la organización. Dicen, y pocos les creen, que es para preservar el espíritu del rugby.