Hay un rugby que pocos conocen. Que no pertenece a los clubes más tradicionales ni a los barrios más emparentados con este deporte. Que sufre como la mayoría del país la crisis económica, pero que está lejos de los sponsors y de las luces que provocan Los Pumas o del interés de las empresas por los equipos más convocantes. Pero que vive el rugby con la misma filosofía y pasión de todos. Porque, se sabe, el rugby es un deporte para fanáticos, pero en algunos casos ese fanatismo debe ir acompañado por el instinto de supervivencia. Allí, Varela Junior es uno de los muchos ejemplos que le dan vida a esta historia.

El club, emplazado en pleno Florencio Varela, fue fundado en 1909, pero el rugby nació en la década del 80, cuando un grupo de gente empezó a insistir con instalar la ovalada en una institución y en una zona en las que el rugby era casi una materia desconocida. Hasta que la Municipalidad le cedió al club un predio en las afueras de Varela. Después de varias reuniones, se decidió dárselo a ese puñado de entusiastas pero con la condición de que ellos se hicieran cargo de todo. Así empezaron a trabajar, descontándole horas a sus familias, empleos y dinero a sus bolsillos, hasta construir dos canchas, los vestuarios y un quincho.

Hoy, hay 180 jugadores y los que actualmente tienen 15 años serán en el futuro los primeros hijos que lleguen a la Primera con padres ex jugadores de rugby. Alejandro Zapata conoce bien la historia. Empezó a jugar de grande y ahora tiene 41 años, es el delegado de rugby del club y su hijo mayor quizás en el futuro integre esa camada que alcance la división mayor. “Nosotros tenemos que hacer un gran esfuerzo de difusión, porque Varela no es una zona característica de rugby como San Isidro o La Plata, y, además, acá el nivel económico es menor. Por eso, en la semana volanteamos en los colegios, tratamos de estar presentes en todos los medios periodísticos de Varela y buscamos formas para que la gente se acerque. Por eso, salvo en la Primera, a los demás no se les cobra cuota”, dice Zapata, quien como única queja hacia la URBA señala que “todavía no sé ni me explicaron las causas por las cuales seguimos siendo un club invitado y no uno afiliado”.

Los que juegan en Primera no sólo pagan una cuota de 20 pesos por mes, sino que se tienen que hacer cargo de todos los gastos de camiseta (verde, con una franja blanca y negra en el medio), pantalones, protectores y del tercer tiempo. Muchos de ellos, que no trabajan en grandes empresas ni son profesionales, dan también una mano en difundir al deporte en Varela. Así se transmite la esencia del rugby.